Natalio Michelizzi - El forjador de Atlántida      

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El Aguila - Emblema de Atlántida
El Aguila - Emblema de Atlántida

La presente nota -que esperamos sea la primera de una serie- se debe a la pluma y sapiencia de nuestro buen amigo el Prof. Juan ("Juancito") Gutiérrez Laplace, alguien que ha sabido rescatar la historia de nuestro Balneario para conocimiento y deleite de nuestra generación y las que sobrevendrán.-

Gracias por tu aporte, pero sobre todo, gracias por tu obra, tan importante para nuestra identidad.

Esta persona fue uno de los mayores propulsores del balneario; llega hacia 1935, como turista, al balneario "de las barrancas y los pinos", y aquí se siente deslumbrado por la serena belleza del lugar. Se aloja en el hotel Atlántida, frente a la misma playa, donde puede percibir la fragancia del pinar y el rumor de las olas. Allí, decide adquirir varios terrenos para construir un gran hotel que llamara planeta.           

Michelizzi había nacido en el sur de Italia (Calabria) pero residía en Buenos

Aires, donde representaba a la compañía fabricante de las maquinas impresoras marca Planeta. En mérito de su reconocida habilidad financiera había cimentado una situación prospera. A partir de este punto, sigamos a R. Piñeyro Zibechi: " Como era un apasionado por todo lo vinculado a la vida del mar, decide que el hotel tenga forma de barco. La construcción fue encomendada a la empresa Pérez Butler y Pagano. La obra se realiza en un tiempo récord; seis meses trabajando día y noche. Fue el primer hotel que reunía prácticamente todas las comodidades: calefacción, baño privado, agua caliente, etc., lo cual, para la época, significaba un aporte valiosisimo".

Por otra parte "Michelizzi era un hombre con inquietudes permanentes. Sabía que el casino siempre tuvo un imán que atrajo y atraerá siempre. Con ese

razonamiento, entre los años 1938-39 realiza las gestiones pertinentes ante el

gobierno, para la instalación y usufructo de una sala de casino en Atlántida.

Presenta el proyecto, que incluía la construcción de un gran hotel de diez

pisos, donde funcionaria el casino. Se aprueba el proyecto, y en la temporada

1939-40 ya funciona, con tres pisos del hotel habilitados. La administración fue

confiada al señor Antonio Morales, un porteño que tenia casinos en Mar del

Plata..

Junto a la sala de juegos comenzó a funcionar la boite, en el preciso lugar

donde actualmente está Las cuevas. Las veladas eran amenizadas por una orquesta típica y una de jazz, que eran especialmente traídas desde Buenos Aires".

Poco tiempo después de la construcción del hotel Planeta, concibe la idea de

adquirir todas las tierras del balneario. No cuenta con el dinero, pero sigue

adelante.

Gestiona y obtiene un préstamo del Banco Italiano del Uruguay. De esta manera concreta la compra de las tierras que abarcan desde las cercanías del

recientemente construido Fortín de Santa Rosa hasta la actual calle 2B y desde la playa hasta los campos de Alonso y la estación.

Pero...¿Cómo dar cumplimiento a las obligaciones contraidas con el banco? ¿Cómo enfrentar los vencimientos? ¿Cómo amortizar la deuda?

"Los terrenos antes de la venta se estaban cotizando en dos pesos el metro

cuadrado; Michelizzi lleva la cotización a diez pesos el metro. Hay un primer

momento de lógica paralización en las ventas, pero cuando se venden los últimos terrenos particulares, hecho que acontece muy rápido.

Michelizzi se transforma en el amo y señor, ejerciendo el monopolio, y vendiendo al precio que estimara conveniente para sus intereses"...Por otra

parte..."ofrece la entrega de solares como amortización de intereses y capital.

De esa forma, el banco Italiano se hace cargo de (una franja) de 25 hectáreas

que comprendían la zona del Country Club hasta la playa. Posteriormente, y como pago total de la deuda, entrega otras 25 hectáreas ubicadas entre (los actuales) Country y Agadu. Concluye de esta forma un negocio brillante, poniendo de manifiesto su reconocida habilidad como hombre de negocios. Sin dinero compro un balneario, lo jerarquizó, cancelo su deuda y se quedo con la parte mas importante para su usufructo."

 

El águila.

 

Hacia 1944, Natalio Michelizzi había logrado que el balneario Atlántida

progresara notoriamente a pesar de la recesión generada por la guerra.

Siempre halló la solución para resolver los apremios económicos.

Cuando fue necesario, se exploto el bosque, de manera cuidadosa y racional.

Cierto día, recorriendo los pinares que llegaban hasta el mismo borde de la escarpa costera, advirtió un altozano frente al mar, que se hallaba como protegido por dos moles acantiladas; entonces concibe la idea de construir una gruta en aquel lugar, donde se colocaría una imagen religiosa.

Esta gruta no llego a realizarse, porque surgieron nuevas ideas. Se comenzó la construcción de una capilla, pero terminada ésta, mas que un lugar de culto de una imagen que nunca se llegaría a colocar, se advirtió que era un refugio ideal para leer un libro a solas o realizar una charla con los amigos. Entonces brotó de su imaginación lo que hoy conocemos como La Quimera.

La construcción se lleva a cabo sin la intervención de arquitectos o ingenieros. No se elaboraron planos ni complicados cálculos de materiales.

Solo existía una idea que se debía corporizar, mucha imaginación y muchisimo sentido común. El constructor fue un hombre inteligente formado en la zona rural de las cercanías: Don Juan Torres. El transporte, una carreta tirada por bueyes y un humilde camioncito que funcionaba a gas de carbón. Las piedras se extrajeron de las canteras cercanas, las tablas se hicieron con los pinos talados en el lugar, la laboriosidad fue aportada por los obreros locales.

Terminada la obra se decoraron las paredes interiores con tiburones y pulpos entre extrañas algas. Los muebles se fabricaron en el lugar.

A partir  de este momento se llega al apogeo de La Quimera: Turistas y amigos están entusiasmados con la idea de Michelizzi y con la eficiencia de Torres.

Pero Michelizzi fallece muy tempranamente. Pronto comienza el deterioro de los espléndidos jardines que rodean La Quimera. Después, el mismo edificio comienza a sufrir el descuido. Poco a poco se advierte la decadencia de la extraña construcción.

Es entonces que comienzan los mitos; la verdad se ha diluido en el tiempo: alguien afirma que fue refugio de contrabandistas, otro que fue centro de espionaje nazi; otro que era templo de quien sabe que religión.

Los más crédulos suponen que se trata de un punto donde fluye y se concentra la energía cósmica. Una vez mas la banalidad y novelería desvirtúan la realidad. Lo cierto es que La Quimera está allí, casi en ruinas, esperando su rescate. ¿Hasta cuando podrá mantenerse en pie?

Atlántida - Uruguay - C.P. 16000 - Telefax: (598-37)  20287

E-mail: arqurb@adinet.com.uy

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